viernes, 7 de mayo de 2010

Que para eso... (Un poema de esos)

Y de una punta a otra de la habitación, entre tanta y tan poca gente, se miraron de reojo, como haciendo por no besarse. En ese momento y dejando a un lado todo lo demás, se dieron un abrazo. Un abrazo de esos en los que los brazos se funden, en que el duro esternón ya no sirve de barrera, un abrazo de esos que miran lo que hay dentro de uno.

Y entonces, sólo entonces, él consiguió escribir un poema. Un poema de esos que llevaba meses sin escribir, de esos que hablan de lo verde de las hojas, de lo verde de los semáforos, de las flores de tu nombre, que para eso estamos en primavera.

Un poema sobre cómo dar la vuelta a un reloj de arena, sobre cómo ver a través de tus ojos lo inoportuno de la vida y la suerte. Un poema que habla de siglos y siglos de espera desesperada y perdida, de confusión, de ácido y reflejo.

Y llegó un punto cualquiera en el tiempo. Y no supo si el agua llegaba hasta su cuello... o hasta tu boca.

Me levanto sobresaltado, tan de repente que casi se me caen las pestañas al mirarte. Sonrío al comprobar que estás ahí. Yo seguiré sudando esta noche tu nombre, florido como era, que para eso estamos en primavera.

lunes, 3 de mayo de 2010

Sólo un volver a encontrarse



Y aquí te veo otra vez.

No sé si fue cosa del azar, del destino, si fue casualidad o un simple capricho. Sólo puedo repasar cada una de tus palabras como si de otro examen se tratase, un examen que llevaba suspenso desde el puto principio.

Fue un punto y final, supongo. Fue un "Ya no más". Pero, sin embargo, eso sólo lo forzaste tú. Es como si todas las promesas aquellas, en las que asegurábamos el futuro, fuesen sólo parte de una poesía no sentida. Como si sólo hubiésemos querido satisfacer las necesidades auditivas (si eso existe) del otro. Las necesidades sentimentales pero momentáneas del otro.

En ese caso, me declaro culpable. Típico de mí, el adornar con demasiados balanceos esta mecedora que en realidad sólo prometía descanso. Descanso y poder depositar en el otro la palabra que me atrevía a escribir en inglés.

Supongo que esos grupos que tan poco me gustan llevaban razón con lo de "Nada volverá a ser como antes"; parece que este sentimiento que yo tengo lo han tenido cientos, miles, probablemente millones de personas antes de mí. Pero, ¿por qué? ¿Por qué tienen que vencerme las estadísticas, si aquello que tanto nos entusiasmaba parecía tan salido de lo normal?

Ahora la vida ha cambiado, yo la tengo a ella y tú a él. Pero te prometo que no me siento en absoluto coartado a dejar de escribir sobre ti. Quizá porque sé que no sucederá el día en el que leas mis reflexiones al aire arrojadas. Quizá porque sé que la nueva ella conseguirá (si no lo ha hecho ya) acabar con este doloroso (sí, ¡lo es! ¡Es doloroso!) recuerdo.

Pero créeme que ese no es su cometido. No te daré la satisfación de saber que esta es una medida para acabar con los restos y las maletas que te has olvidado de recoger. Es más que tú. O al menos eso es lo que mis deseos mi mente le exhortan a mi corazón que consiga.

Adiós. No te prometo que esta sea la segunda y última vez que escribo sobre ti. Sólo te aseguro una cosa.

No volverás a verme hipnotizado... o idiotizado.

Ya sé escribir mis propias palabras.