jueves, 10 de noviembre de 2011

Encontrarse.

Hay mil maneras de encontrarse. Uno se encuentra cuando se mira al espejo, se asoma a la sopa en la mesa o le da por rebuscar entre las cucharas intentando dar cuenta de inventario.

Aunque bien es cierto, y pido no se malinterprete mi certeza ni se tenga, por Dios, siquiera por probable, que hay veces que el uno mismo re-huye el re-encuentro, y la sopa ya no quiere ser sopa y el espejo por qué carajo no puedo reflejarme yo (tú formas muchos tús con esa manía túya de mirarte) y todo se retrasa, se pospone, y el encontrarse se vuelve así, de forma rutinaria y odiosa, algo de lo más homérico.

lunes, 20 de junio de 2011

Nunca se pone el Sol

En Sevilla nunca se pone el Sol. El día y la noche bailan una danza demiúrgica desenfrenada al son de los acordes de alguna canción de Compay Segundo sonando a viva voz en un rincón de la calle Feria.

Am Anfang, nada más que Nada; am Abschluss, un sonido como de platos rotos que encubre la firme y cobarde huída del Sol en su puesta.

Unas líneas de Unamuno o cualquier garabato de Nietzsche como verdad intransigente de lo que nos depara la senda epistemológica apocada a palabras puras en retórica y exentas de todo sentido en la (mala)praxis.

No es por ser rebelde el conformarse con habitar en el ático de cualquier prólogo mal escrito a una novela de Joyce, sino que padezco por marcar un límite que se decante por varios de los muchos principios alimentados y vividos que rigen el universo, mandala, o como carajo quiera llamarse.

Nadie sabe lo que nos espera el otro lado del umbral. Oscuro, recóndito y escondido desnudo filo de espada que no acaba en nada conocido ni por conocer, ni salto ni vuelo, ni jazz ni tango piantado que se abre paso por los yunques, estribos y martillos de los asistentes a este espectáculo de titiriteros (¡presente!).

jueves, 7 de abril de 2011

Nicht vergessen

Un día soleado, una noche clara, un sitio cualquiera en un tiempo cualquiera. No importa. Un pincel deshilachado esboza sobre un pentagrama manchado de café algo parecido a una pieza de Schumann y todo se vuelve negro en derredor. Notas haciendo un eco de siglos atrás sobre mi cabeza enajenada por el vodka que había comprado hace unas horas por ella, para ella.

“La vida es como un gran laberinto, una esquina, otra, otra, otra, siempre con cambios, vaivenes, vuelta a empezar y retrocesos, pero nunca se consigue ver la maldita salida hasta que no te encuentras con el Minotauro”, decía.

Moviéndome con más dificultad que presteza, me dirijo tranquilamente, como si nada hubiera pasado, a acostarme en la cama con esa chica que acabo de conocer en no sé qué sitio. No importa.

Esta noche necesito mi canope particular donde meter todas las vísceras que me devora el nicht vergeβen. Me temo como nadie, como Nada, como ese desorden o ese caos verbalizado luchando por no dejar espacio a la razón ni al tiempo.

Si volviera, y creéme que no volvería, sé exactamente lo que no haría, ni dejaría, ni haría; no, no, no. Ida y vuelta, mete, saca, salta, cae, resuelve, disuelve, un puto laberinto.

- ¿Y?

- Dijo algo sobre la vida, una novela, y me cantó algo al oído. Después resopló, como si se olvidara de todo; me dio la vuelta, me mordió, me revolcó, me deshizo, me invadió, me sacó de mí de tal manera que perdí de vista el suelo. Y en mitad de aquella quinta sinfonía me miró a los ojos y recitó algo de Calderón.

- ¿Calderón?

- ¡Calderón de la Barca! La vida es sueño, Vita est Somnis o como carajo se diga. Bah, eso da igual. Un puto laberinto. Él lo dijo. Giras una esquina, giras otra y de repente te encuentras de frente con Calderón o con el Minotauro. Entonces… ¿qué haces?, dime. Ya te lo digo yo: nada. Te dejas llevar y vuelves después de haber dado veinte vueltas completas a la Tierra sin casi abrir los ojos ni cerrar la boca.

- No entiendo nada.

- Tampoco esperaba que lo hicieras.

martes, 4 de enero de 2011

Tablón del amante optimista.

Que todo es un ciclo, todo está hecho igual.

Que la primavera entra en los acontecimientos pluriculturales como agua de mayo (permítaseme la empañada redundancia). De repente, todo parece más agradable y humildemente más poderoso, más colorido. El mismo sonido de las flores al abrirse es el que anuncia la llegada de la florida Dama... tan repentina como alentadora.
Que la luna, tan humilde como insegura, alcanza sin embargo la atención de cientos de miles de miradas cuando, aún tímida, se atreve a oponerse con todas sus fuerzas al enorme astro central, tapándolo por completo. Y el resultado es tan bello y sobrecogedor, que alcanza a arrancar numerosas exclamaciones, eclipsando (siempre y cuando se pueda hacer uso de la evidente redundancia) cualquier otro suceso contemporáneo, y queriendo achacar la explicación de hechos inexplicables al bello fenómeno.

Que cuando uno se halla en lo alto de una construcción a varios metros situada, pies atados fuertemente por un elástico a un "simple" barrote del mismo, no puede menos que sentir esa breath-taking subida de adrenalina al saberse en el punto álgido de la trayectoria, caracterizada por el salto al vacío inicial. La experiencia sirve de puente (efectivamente considerando adecuado el empleo de la redundancia) entre lo físico, lo puramente biológico, y lo psicológico, lo simplemente emocional; todo el ser se encuentra en absoluta armonía al emular la sensación ancestral que eriza la piel y hace vibrar las cuerdas bucales.

Pero el tiempo no juega a tu favor, amigo mío.

Que la primavera, sin embargo, se ve envuelta( tras un verano minimizado por los efectos similares que tiene) por el manto triste, frío y solitario del invierno más crudo.

Que los astros siguen su curso y, de la misma forma lenta y embriagante la luna finaliza ese clímax con otro movimiento, esta vez, triste, desolado, y cabizbajo.

Que el momento de máxima extensión de la cuerda sólo dura un mísero milisegundo, y aunque tu cuerpo, emplazado en esa lenta percepción de los momentos temporales, se niega a aceptarlo, en el fondo sabes que el movimiento se ha revertido, y vuelves a subir, para luego bajar un poco, para luego subir un poquito, para luego bajar otro poquitito,....

Vamos...

¡Vamos, vamos, vamos! Quizá con el puenting no, con un eclipse solar... ¡medio medio!, pero... ¡No me digas que nunca te han hecho la comparación amor-primavera! (Valga la redundancia)