Que todo es un ciclo, todo está hecho igual.
Que la primavera entra en los acontecimientos pluriculturales como agua de mayo (permítaseme la empañada redundancia). De repente, todo parece más agradable y humildemente más poderoso, más colorido. El mismo sonido de las flores al abrirse es el que anuncia la llegada de la florida Dama... tan repentina como alentadora.
Que la luna, tan humilde como insegura, alcanza sin embargo la atención de cientos de miles de miradas cuando, aún tímida, se atreve a oponerse con todas sus fuerzas al enorme astro central, tapándolo por completo. Y el resultado es tan bello y sobrecogedor, que alcanza a arrancar numerosas exclamaciones, eclipsando (siempre y cuando se pueda hacer uso de la evidente redundancia) cualquier otro suceso contemporáneo, y queriendo achacar la explicación de hechos inexplicables al bello fenómeno.
Que cuando uno se halla en lo alto de una construcción a varios metros situada, pies atados fuertemente por un elástico a un "simple" barrote del mismo, no puede menos que sentir esa breath-taking subida de adrenalina al saberse en el punto álgido de la trayectoria, caracterizada por el salto al vacío inicial. La experiencia sirve de puente (efectivamente considerando adecuado el empleo de la redundancia) entre lo físico, lo puramente biológico, y lo psicológico, lo simplemente emocional; todo el ser se encuentra en absoluta armonía al emular la sensación ancestral que eriza la piel y hace vibrar las cuerdas bucales.
Pero el tiempo no juega a tu favor, amigo mío.
Que la primavera, sin embargo, se ve envuelta( tras un verano minimizado por los efectos similares que tiene) por el manto triste, frío y solitario del invierno más crudo.
Que los astros siguen su curso y, de la misma forma lenta y embriagante la luna finaliza ese clímax con otro movimiento, esta vez, triste, desolado, y cabizbajo.
Que el momento de máxima extensión de la cuerda sólo dura un mísero milisegundo, y aunque tu cuerpo, emplazado en esa lenta percepción de los momentos temporales, se niega a aceptarlo, en el fondo sabes que el movimiento se ha revertido, y vuelves a subir, para luego bajar un poco, para luego subir un poquito, para luego bajar otro poquitito,....
Vamos...
¡Vamos, vamos, vamos! Quizá con el puenting no, con un eclipse solar... ¡medio medio!, pero... ¡No me digas que nunca te han hecho la comparación amor-primavera! (Valga la redundancia)
Que la primavera entra en los acontecimientos pluriculturales como agua de mayo (permítaseme la empañada redundancia). De repente, todo parece más agradable y humildemente más poderoso, más colorido. El mismo sonido de las flores al abrirse es el que anuncia la llegada de la florida Dama... tan repentina como alentadora.
Que la luna, tan humilde como insegura, alcanza sin embargo la atención de cientos de miles de miradas cuando, aún tímida, se atreve a oponerse con todas sus fuerzas al enorme astro central, tapándolo por completo. Y el resultado es tan bello y sobrecogedor, que alcanza a arrancar numerosas exclamaciones, eclipsando (siempre y cuando se pueda hacer uso de la evidente redundancia) cualquier otro suceso contemporáneo, y queriendo achacar la explicación de hechos inexplicables al bello fenómeno.
Que cuando uno se halla en lo alto de una construcción a varios metros situada, pies atados fuertemente por un elástico a un "simple" barrote del mismo, no puede menos que sentir esa breath-taking subida de adrenalina al saberse en el punto álgido de la trayectoria, caracterizada por el salto al vacío inicial. La experiencia sirve de puente (efectivamente considerando adecuado el empleo de la redundancia) entre lo físico, lo puramente biológico, y lo psicológico, lo simplemente emocional; todo el ser se encuentra en absoluta armonía al emular la sensación ancestral que eriza la piel y hace vibrar las cuerdas bucales.
Pero el tiempo no juega a tu favor, amigo mío.
Que la primavera, sin embargo, se ve envuelta( tras un verano minimizado por los efectos similares que tiene) por el manto triste, frío y solitario del invierno más crudo.
Que los astros siguen su curso y, de la misma forma lenta y embriagante la luna finaliza ese clímax con otro movimiento, esta vez, triste, desolado, y cabizbajo.
Que el momento de máxima extensión de la cuerda sólo dura un mísero milisegundo, y aunque tu cuerpo, emplazado en esa lenta percepción de los momentos temporales, se niega a aceptarlo, en el fondo sabes que el movimiento se ha revertido, y vuelves a subir, para luego bajar un poco, para luego subir un poquito, para luego bajar otro poquitito,....
Vamos...
¡Vamos, vamos, vamos! Quizá con el puenting no, con un eclipse solar... ¡medio medio!, pero... ¡No me digas que nunca te han hecho la comparación amor-primavera! (Valga la redundancia)
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