miércoles, 7 de enero de 2009

Dichas y Desdichas de una Ventana Cerrada

Bonita paradoja. Tanta libertad y a la vez tan poca. Tener el cielo al alcance de la mano y no poder alzarla, poder ser… y no ser nada.

Mira hacia fuera, sólo alcanza a ver blanco, blanco de las nubes, blanco de las casas, blanco de la nieve caída la noche anterior. Es invierno y no hay ni un alma en la calle. “¿Qué esperas?, ¡son las cinco de la mañana!”. No puede dormir, pero… ¿qué dice?, nunca ha dormido, es una ventana.

“Ha habido tiempos mejores”, lleva lamentándose los últimos veinte años. No alcanza a entender su extraño lugar en el mundo. Sólo debe abrirse y cerrarse, esa es su única función, pero… pero… ella necesita soñar. Lo sabe, no es propio de una ventana entrar en divagaciones absurdas y filosóficas, pero ¿qué se le va a hacer? Ha intentado cambiarlo, de verdad, la suma en vano. Necesita pensar, necesita sentirse una más en el mundo. Sí por eso, es por eso, quiere ser diferente, diferente del resto de ventanas, ventanas que se limitan a abrir y cerrar sus cristales para dejar pasar el aire congelado del exterior, ella quiere pensar, y lo hace.

Está amaneciendo, suena un despertador y… comienza la carrera. Toda la humanidad sufre una explosión dentro de sí y corre de un lado a otro, en busca de nadie-sabe-qué a nadie-sabe-dónde; el caso es que corren. Corren frenéticamente, como perseguidos por una sombra que se mantiene indemne al paso del tiempo, huyen despavoridos, mas desconocen que el huir, provoca su más fiera persecución.

Montan en sus coches dejando al aire un legado, cuanto menos, de dudoso beneficio. El dióxido de carbono asciende por los edificios como íntimo enemigo de la atmósfera sumándose a esta, ennegreciendo el precario futuro que de la Tierra se espera. Cuales abejas atareadas en la producción de miel para la reina, los hombres se afanan por enriquecer a sus superiores a cambio de un salario mínimo que apenas les llega para mantenerse a sí mismos.

La humanidad pierde su humanidad a pasos agigantados, nadie se preocupa por los pequeños misterios de la vida; el amor, la amistad… viven eclipsados por el dinero, el poder y un sinfín de valores improvisados por la sociedad de hoy en día concebidos únicamente para el gozo y disfrute de una minoría selecta mientras que una inmensa mayoría no selecta se desvive por encontrar un sitio donde caer muerta.

Se oye el ruido de los coches. Pitos, gritos, ni un solo sonido saludable. La contaminación acaba con la belleza del medio. La suciedad ha acabado con el blanco de las calles, aquel blanco del que vivía enamorada. Los hombres se quejan de lo fétido del aire, se preocupan del medio ambiente, lloran, ríen, quiebran lo más hondo de su existencia por y para él… pura hipocresía.

Lo que en realidad importa es llenar el plato de comida cada día: alimentar y ser alimentado; nadie se preocupa por el bienestar de las generaciones venideras, nadie se preocupa del posible infierno que vivirán gran parte de personas debido a la ingente infestación de residuos y desechos que los hombres (oh, pobres hipócritas) se empeñan en alimentar día tras día. No se dan cuenta de que echan basura sobre sí mismos, de que toda la mugre que convierten alegres en algo inherente al paisaje les pasará factura, lo hará.

La ciudad se convierte cada mañana en un coliseo lleno de gladiadores sedientos de sangre débil, una selva donde los leones devoran sin pensarlo a los pequeños roedores que, ajenos a todo, intentan vivir su vida sin preocupaciones. Al margen de todo esto se encuentra el Hombre, el Hombre con mayúsculas, aquel ente que se mantiene y ha mantenido siempre dentro de ellos, despreocupado de su capa exterior, despreocupado de los aditivos absurdos que rodean su ser cada día y que poco a poco se apoderan completamente de todo humano.

El ser humano carece, casi totalmente, de instintos. Hecho que le convierte en un ser pseudo-desnaturalizado. Mientras que los animales se sirven de los impulsos que les provocan las sensaciones que perciben, el ser humano los medita y recompone, privándoles de su esencia. Los hombres necesitan sentirse uno más en el mundo, les urge adoptar formas y costumbres propias del entorno al que han de agarrarse fervientemente. De aquí surge la desnaturalización, desnaturalización que impide que le gente vea el Hombre que se esconde en lo más recóndito de nuestra persona o “chaleco anti-realidad”, como buenamente se le quiera llamar.

Este “chaleco anti-realidad” está compuesto por muy variadas disparidades; pero todo el mundo posee una, sea cual sea su raza, edad, o cualesquiera de las absurdas distinciones sociales que se quieran puntualizar; esto es innegable.

La sociedad se resguarda en movimientos políticos, grupos sociales y demás excusas de congregación por el simple hecho de sentirse uno más. Las ideas de éstos varían desde la absoluta intolerancia, hasta la más pura rebeldía tiznada de vandalismo, todo con el simple objetivo de la auto-aceptación en un mundo hostil para cualquiera.

Atardece. Al contemplar la puesta de sol su mente sufre un giro de ciento ochenta grados:

“Quisiera ser poeta – piensa como en cada atardecer -, ¡quisiera habitar en Bécquer, en Lorca, en Lope, quisiera ser Segismundo por un día, un beso en la boca de Gustavo Adolfo, el gitano del romancero y…! Quisiera…
Quisiera mirar al mar y acariciarlo con un soneto, quisiera mirar al cielo y contemplarlo desde la estrofa, mezclar el mundo con bellos versos y hacer de cada mañana un pareado, de cada tarde un cuidado terceto y de la noche una hermosa copla.
No te engañes… nunca serás poeta –se lamenta– tu vida es ser ventana, así es y así será, debes resignarte.”

Ahora volvía a estar triste… como cada tarde. Nunca sería poeta, nunca vería el mar y jamás podría escribir.

Vuelve a la tierra. Anochece.

La gente vuelve a sus casas, se une a sus familias para cenar todos juntos. Olvidan lo privilegiados que son. Olvidan que dos dedos más abajo en el mapa la gente muere de hambre, pero eso da igual. El estado estático del ser humano se rige principalmente en la desgracia ajena y esto no es nuevo, antaño los grandes sabios estudiantes de la Alquimia instituyeron la gran verdad de que “todo lo presente en el mundo sólo puede ser conseguido mediante el intercambio de algo equivalente”. Si deducimos, cosa que no es difícil, la continuación de esto podríamos concluir que por cada persona que come… hay otra que no. Que por cada persona que vive en su “estado de bienestar”… hay otra que no. La intolerancia y la discriminación, sin duda alguna, agravian esta situación hasta la más total indiferencia por parte del colectivo “desarrollado”, pero el ser humano es así, y el Hombre, vive frustrado dentro de él, porque las más veces no le escuchan y las menos… le ignoran.

Alguien abre la puerta. Pasa. Va a abrir la ventana, pero ésta se resiste. No quiere ser una ventana, no quiere serlo. Al final claudica y se abre. Después de todo, una ventana sólo está hecha para abrirse y cerrarse… ¿o quizá no?

3 comentarios:

Mr. HappyTie dijo...

Ok.
Esto para la gente que quería actualizaciones. Es una auténtica parrafada pero... valor, ¡y al toro!
Un saludo.

FactionB dijo...

Sí. Parrafada. ¿Por qué no has puesto el cuento del pájaro por separado? Es que sinceramente hay un momento en que se hace largo.

Yo que tú, lo editaría. Porque la ventana en sí misma es fantástica y el cuento también, pero juntos parecen unidos... como forzados, no sé si me entiendes. De pronto, de pasar del ensayo y la personificación a la fábula, no sé, choca un poco.

Tú ya sabes que a mí ambas partes me gustan, por separado, eso sí. Pero son tú,y no pueden dejar de parecerme geniales.

Mr. HappyTie dijo...

changeado al gusto de la señorita... xD